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Tenía 102 años y en su comunidad era considerada una “bruja blanca”. Era hija de un cacique araucano y una princesa huarpe. Conoció a Gardel y Libertad Lamarque. Sacrificio y pobreza.

A cuatro días de haber cumplido 102 años y en medio de la pobreza falleció Juana Valdés, una princesa araucana-huarpe que nació en el sur provincial y vivió gran parte de su vida en Tupungato. Era considerada entre los miembros de su comunidad aborigen una de “las brujas blancas”, especie de guía espiritual que poseía “el don de los cuatro vientos”. Sus restos fueron sepultados el 7 de mayo en el cementerio municipal de la Capital de la Nuez.
El 2 de mayo, Juana Valdés cumplió 102 años. Cuatro días más tarde falleció en una sala común del hospital General Las Heras de Tupungato, donde permaneció internada una semana víctima de una enfermedad que acabó con su larga y sacrificada vida.
Fabiana Reyes, una tupungatina que con su familia adoptaron a Juana como “abuela”, relató pasajes de la historia de esta mujer hija de un cacique araucano y una princesa huarpe.
Fabiana, presidenta del centro tradicionalista Pioneros Tupungatinos, aseguró que Juana Valdés nació en una tribu ubicada al sur de San Rafael. Los padres de la longeva princesa murieron víctimas de la fiebre amarilla y entonces comenzó el peregrinar de la entonces niña, quien tuvo un hermano.
“Su tutora fue la hija del entonces procurador Julio Lemos, quien fue quien le consiguió la documentación en Cuadro Nacional de San Rafael”, apuntó Fabiana. Su único hermano, Jorge Valdés, “se casó con una prima de la actriz Libertad Lamarque y luego se mudó a México. Juana no supo más de él”, señaló su nieta postiza.
No dejó descendencia Durante su infancia y adolescencia, Juana se codeó con gente de sociedad de Capital de Mendoza. Cursó estudios en la escuela religiosa Compañía de María, un internado para niñas. Además cursó danzas nativas en la academia Pedro Molina Estrella. Su padrino fue el ex intendente demócrata de San Carlos Pedro Notti. Con el paso de los años, Juana llegó a Tupungato, donde conoció a Antonio Osorio, con quien se casó, aunque al cabo de cuatro años de matrimonio Antonio murió.
Por decisión propia, Juana no tuvo hijos y “su vida terminó siendo la de una abuela sola y abandonada hasta que mi familia y yo la rescatamos de la calle”, apuntó Fabiana.
A poco del retorno de la democracia, luego del golpe militar del ‘76, el entonces intendente de Tupungato, el radical José Pepe Martínez, le construyó una casa en un terreno que fue entregado para tal fin por un ciudadano tupungatino.
La princesa mendiga Juana obtuvo una pensión del gobierno que caducó en 1998 por no haber presentado un certificado de supervivencia. Desde entonces y hasta hace 6 años vivió mendigando en los restoranes y casas de comida de Tupungato, hasta que Fabiana Reyes le tendió una mano solidaria y la adoptó como su abuela.
Las unió su pasión por los animales “y siempre me decía que al juntarnos se unían el indio y el gaucho”, recordó Fabiana o “la domadora”, tal como la llamaba Juana.
En sus últimos meses de vida y por el inexplicable reclamo del hijo del hombre que decidió entregar un terreno para que se construyera la casa de Juana, la princesa aborigen debió iluminar sus noches con velas.
La pobreza golpeó a la puerta de Juana y así, luego de haber mendigado para comer y en medio del olvido de muchos, su vida se apagó el domingo.
Julio Luzuriaga
jluzuriaga@diariouno.net.ar

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